Paloma Gómez, expatriada de H+D en Colombia, visita la sede

11 Septiembre 2015

A principios del mes de septiembre Paloma Gómez, expatriada de H+D en Colombia, ha visitado nuestra sede para informar del seguimiento a las actividades realizadas en el marco del convenio y los proyectos que H+D está llevando a cabo en el país. Aprovechamos para conversar con ella sobre el día a día de su trabajo y su experiencia en todos estos años con la Fundación. En primer lugar, ha querido destacar la importancia de tener una “presencia activa en el terreno, con una constante interlocución con la sociedad civil y un diálogo permanente con los socios locales. Sólo así se consigue una reflexión sobre lo llevado a cabo y la construcción de un conocimiento a partir de la experiencia acumulada. También ha querido destacar cómo el aporte de un enfoque de género y de derechos incide de manera decisiva a la sostenibilidad e impactos de proyectos desarrollados”.

Paloma lleva 4 años en Colombia trabajando en distintos proyectos. Uno de los más importantes es el Convenio Huellas de Paz, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y que H+D ejecuta junto con la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC) para la mejora de la estabilización social e integración de grupos afectados por el conflicto armado a través del acceso al agua potable, generación de ingresos y sostenibilidad ambiental en comunidades rurales para la construcción de paz. “Con este trabajo se ha contribuido a transformar realidades comunitarias e individuales en un sentido social bastante amplio, en especial se ha mejorado las capacidades y oportunidades de las comunidades como sujetos con derechos, se ha dado visibilidad y empoderamiento a la mujer, potenciando su participación en la gestión de los asuntos públicos. Mujeres y hombres ahora se ven con capacidades para intervenir en el actual escenario de construcción de la paz de su país y para aportar a los desafíos que implicará la firma de acuerdos y el retorno a la vida civil de las personas combatientes”.

En cuanto a la aportación de H+D a la Cooperación Española en el país, Paloma destaca “el fortalecimiento institucional y gobernabilidad democrática, ámbitos en el que la Fundación lleva trabajando desde hace muchos años. En Colombia la situación es especialmente delicada y frágil en el ámbito local y rural, con gobiernos débiles, a menudo clientelares. Comunidades fragmentadas por el peso del conflicto armado; con escasa formación de recursos humanos y una visión muy sesgada de las oportunidades que el gobierno local puede aportar a la comunidad. Desde mi punto de vista, enlazar el fortalecimiento institucional con el enfoque de derechos humanos y el enfoque de género constituye con una visión de trabajo nada desdeñable de cara a la construcción de la paz e, insisto, de cara al enorme desafío de los pequeños municipios colombianos que tendrán que recibir a excombatientes. Habrá que prepararse para eso y desde unas bases institucionales fortalecidas será menos difícil”

Respecto a nuestra forma de trabajar “el trabajo compartido con los socios locales, la suma de un enfoque de género, unos proyectos que sean demandados por la comunidad; que respondan a las expectativas y necesidades de las personas; que estos sean viables, responsables, respetuosos; y que sean inclusivos, respetuosos con las diferencias culturales y étnicas, que escuchen y respondan a todas las voces de la comunidad hace posible el desarrollo de los proyectos”.

Sobre el balance de estos años de trayectoria de la ONG en Colombia, afirma que “contamos con un balance muy positivo en términos de impactos, resultados y cobertura que puede ser mejorado en cuanto a visibilidad, difusión del trabajo y presencia en espacios de interlocución de la sociedad civil en Colombia. La ejecución del convenio Huellas de Paz está siendo una oportunidad muy interesante de fortalecer tanto procesos internos como procesos y visiones de trabajo de los socios locales”.

Finalmente quisimos interesarnos por la experiencia vivida en el ámbito rural colombiano. Una vivencia que “te permite estar con personas sencillas y excepcionales que no se cansan de trabajar y que han vivido y siguen viviendo en contextos difíciles de imaginar: distancias enormes, lluvias torrenciales, infraestructuras no siempre en el mejor estado y, sobre todo, la cuestión de la seguridad por el peligro que suponen los grupos armados al margen de la ley. Todo ello anima a seguir ayudando a mejorar la calidad de vida de la gente en el ámbito rural colombiano”.

“Seguimos pensando que el café, con vocación productiva, es una buena alternativa económica y que se deben crear las condiciones comunitarias para una vida digna; apostar por la renovación generacional, dignificar la vida rural, fortalecer a la familia caficultora. En especial visibilizar a la mujer caficultora, contribuir a que sus derechos y su protagonismo en la economía del país sean visibles. En definitiva se trata de generar condiciones de paz duraderas en cada municipio cafetero de Colombia”.